Si acepto presentar bajo el ropaje de estas reflexiones la obra de Aguilera Amate, es porque, independientemente de sus valores formales de carácter pictórico, considero que su pintura tiene un significado profundamente sociológico. Lo cual, por otra parte, no tiene nada de extraño, ya que, como es sabido, Matisse había afirmado nada menos que a la altura de 1908, que "todos los artistas llevan la impronta de su ópoca"; o, como también se ha dicho ahora —Moreno Galván—, todo artista "es testigo de su tiempo*' y basta que cumpla esta condición fundamental para que todos los demás valores les sean dados por añadidura.
Y en este sentido, la "calidad formal" de la pintura de Aguilera, es inseparable del hecho de ser testigo de unas situaciones humanas muy concretas; como también del hecho de que adopte ante las mismas una abierta postura de "denuncia". Incluso yo diría, si se me apura un poco -aunque bien es verdad que forzando un poco la terminología- que sus cuadros son, ante todo y sobre todo, "denuncia profética". A mi modo de ver, hay a este respecto una constante común en toda esta pintura de Aguilera. Y es la descripción de unas situaciones en que el hombre de hoy y de nuestra sociedad se ve sometido, sojuzgado, infravalorado, manipulado en su dignidad de persona humana. Bien sea por condicionamientos materiales, incluso mecánicos, bien sea por la presión de unos contextos estructurales de tipo socio-político o económicos. Hay en sus cuadros, por lo tanto, denuncia de unas situaciones sociales de injusticia, por no decir de pecado.De aquí el valor testimonial de su pintura. Ya que ofrece situaciones evidentes, manifiestas, en que el hombre es constreñido, violentado, limitado, reprimido o explotado. Y junto a esto apenas nos permite el lujo de ser espectadores neutrales, sino que nos obliga a una participación; nos estimula solidarizarnos con las víctimas de esas situaciones, poro también a sentirnos simultáneamente a nosotros mismos un poco culpables. Así pues, los débiles, los crucificados, los perseguidos, están aquí presentes en la pintura de Aguilera, pero no para suscitar piedad o baratos sentimentalismos, sino para proponernos que nos sintamos solidarios suyos, para llamarnos a que participemos activamente en la esperanza de su liberación. Son situaciones coercitivas —de coerción moral o física— , ante cuya perentoriedad o gravedad la indiferencia es imposible y la evasión no puede darse.
La consecuencia de todo esto es que coerción y libertad, pecado y redención están unidos dialécticamente en la obra de Aguilera Amate, en forma de una interacción mutua. No como oposiciones - rígidas y contradictorias, excluyentes entre sí, sino como un conflicto real y concreto, que hace sufrir a los hombres, y que impulsa a encontrar nuevas formas en común de resolverlo.
En definitiva, después de detenernos uno a uno en los cuadros de Aguilera, no es posible identificarse en absuluto con los "triunfadores de este mundo, sitio a la inversa, aceptamos como en cierto modo culpables de su dominio. Porque son les pecados de nuestra. sociedad los que se nos van descubriendo —y más concretamente los de nuestra clase Burguesa— y -en ellos y por ellos a sentirnos como acusados. Porque en última instancia también se nos interroga sobre lo que, a la altura del tiempo en que vivimos, hemos hecho o dejado de hacer "al menos de nuestros hermanos". Lo cual no deja de desazonarnos. Ya que hay un pecado político-social, como hay un perdón que sólo puede conseguirse con actos de igual naturaleza.
Y para terminar permitidme que, al menos para mí, las pinturas de Aguilera susciten unas cuantas interrogantes ¿Acaso estamos vendidos a las circunstancias y no hay salidas? ¿Se prefiere la ascesis evasiva al compromiso activo? ¿Acaso debemos sentirnos impotentes, atrapados, sin salida posible? Pienso que, por el contrario, estos cuadros oponen un no rotundo a la desesperación de la impotencia, y ofrece un sí ilusionado a la esperanza de la liberación.
José AUMENTE BAENA, Abril, 1973,
Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucía el 27 de abril de 1973
Foto tomada del artículo
1 comentario:
Ciertamente, ni el Dr. Aumente Baena ni el pintor objeto de la reseña eran unos significados paladines del "optimismo antropológico"si nos dejamos llevar por el análisis que de la obra del segundo hace el primero. Menos mal que se le ocurrió incluir el último párrafo. ¡ Que angustia hasta llegar a éste!
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