viernes, 2 de septiembre de 2011

Antonio Gala VII Zahira de oro

Fíjate tú que en 1974, en plena esfervecencia del tardo franquismo y con la especulación a tope, le dan el premio a Antonio Gala. Así fue la crónica de El Correo

VII ZAHIRA DE ORO

Antonio Gala: Nada vale como un ojo del puente romano”
Córdoba fue siempre tierra más de desdenes que de ambiciones


Las largas escaleras del Hotel Gran Capitán fueron recibiendo, con mullida alfombra, los asistentes a la entrega del "Zahira de Oro 1973". Había casi una doble expectación: Antonio Gala, dramaturgo, escritor, múltiples carreras, premios y distinciones, había actuado poco antes en la Diputación Provincial en el acto de presentación en la ciudad de la Comisión Delegada de Amigos del UNICEF. Había leído una breve antología de poemas originales sobre la ciudad. Decían los asistentes que demasiado poéticos. En la entrega del "Zahira" se esperaba el contrapunto.
Posteriormente a la lectura del acta —después de un consomé concentrado al jerez, una trucha asalmonada a la Navarra, un poco de ternera asada en su jugo, con legumbres, tarta "Zahira de Oro", helado de vainilla, café, coñac, licores y champagne—, López Cansino, de la emisora veterana de Córdoba, dio lectura al acta del otorgamiento de este VII "Zahira de Oro", con la unanimidad del comité y de don Juan Bernier, anterior galardonado.
Como estaba previsto, don Antonio Cruz Conde —y el peso de su   apellido—,   hizo   la presentación, diciendo —con mucha razón en opinión de los asistentes-que los cordobeses somos poco amigos de dar homenajes. Preferimos, según él, los entierros, porque resulta más fácil decir "lo siento", que felicitar. Para reafirmar su tesis, recordó los sonados entierros de Julio Romero de Torres y Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete", y sus fríos finales.
El "Zahira" viene a romper esa apatía y rendir homenaje a los que laboran por Córdoba. Una especie de clarín. A continuación hizo una simple enumeración de las largas virtudes de Antonio Gala, su valor intelectual, el valor de sus estudios, su creación.
Juan Bernier hizo entrega, acto seguido, a Antonio Gala del "Zahira", que en esta ocasión iba enfundado en un templillo al modo como antaño iban las Vírgenes de Fátima o del Carmen, de casa en casa.


MEJOR QUE SIEMPRE
Es lástima que las emisoras locales sean enemigas del "directo", e incluso apurando, también lo son en ocasiones del diferido. Porque es difícil transcribir a Gala: la oratoria sin límite, la ironía, el golpe contundente y elegante, el humor, la pena, la poesía, la denuncia...
Alguien que quiere apurar desde el bufete sus responsabilidades de ciudadano —así firmó—, le envió un billete-panfleto-madrigal, con la leyenda "Solo un poeta puede ser inocente esta noche y decir la verdad. Animo".
No es de extrañar que dijera Antonio Gala que el "Zahira" era para él una capa pluvial cargada de penitencia. Habéis presentado un Antonio Gala distinto, tengo que rechazar vuestros elogios porque conozco mis límites, pero no soy glorioso, ni estoy muerto.
No quise tener coche, ni ser director general —ahora es menos ser ministro—, ni dirigir un periódico, ni ser presidente del Ateneo —que se lo han propuesto, según dijo—, ni fuerza viva. No formo parte de ninguna competencia.  He  querido,  en  cambio,  tener amigos que lo fueran, porque es menos arriesgado. Por eso creo que soy un egoísta. Hoy, en cambio, he logrado conseguir esos amigos.


LA CIUDAD
Durante 20 años he sido emigrante de Córdoba. Córdoba y yo hemos sido de esos novios cincuentones que nunca se casan. Córdoba no se casa con nadie —yo tampoco—, pero hoy me ha dado prenda con este "Zahira".
A continuación tuvo un tenso recuerdo para don Luis Gala, su padre, en cuyo nombre quiso acoger el premio, pidiendo que siguiéramos teniendo ensimismada a la ciudad lejos de cosas que pasan y no quedan.
"Mantenedla vosotros —dijo—, porque nada en este mundo vale lo que un ojo del puente romano. Resistid la tentación de parecerse a otras ciudades; nada más deprimente que esa manía de igualitarismo urbano y estandardización. Córdoba siempre conquistó a sus conquistadores, y siguió siendo ella, y ahora debe seguir siéndolo: una ciudad dura, más que cien ministros. Córdoba siempre fue tierra más de desdenes que de ambiciones; por eso se requiere mesura frente al trinconeo de que se le viene acusando".
Dijo —y siempre entre interrupciones de aplausos, fina ironía, dialéctica cruda, ritmo y poesía-—, que una ciudad es siempre de quien la vive: vosotros y quienes representáis, sois los amos, los dueños de Córdoba, pero debéis ser dueños responsables. Ojalá vuestros hijos no os tengan que acusar de amorfos, de dejarlo todo en nombre y en pasado, porque seréis parte del pasado y seréis juzgados.


TESTIGO
El escritor es testigo, y ser testigo constantemente cansa. Yo soy palabras, y las palabras dicen que se las lleva el viento, pero, si es verdad que lo escrito queda, os ruego que me tengáis siempre dispuesto —en débito conyugal que ahora contraigo—, para defender Córdoba.
Justicia, verdad y esperanza es lo vuestro y lo mío, y así amaremos juntos.
Tras los aplausos de sus palabras finales, casi nadie se movió. Costó trabajo mover a la gente. Después vino aquello de las firmas, las felicitaciones, la copa casi final, la tónica descongestiva.
Pero la unanimidad del comité del “Zahira” se proyectó en la unanimidad de los asistentes subyugados por las palabras de Gala. Por la defensa de la ciudad.
E.

Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucía el 7 de mayo de 1974
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