Rodríguez Luna varado por la Banca Mexicana
O cuando el exilio no tiene fin
El último exiliado español en Méjico, Antonio Rodríguez Luna, presenta en estos días en Montoro, su pueblo natal, la apertura de un museo que recoge doce grandes obras donadas por el pintor, y que está ubicado en una vieja capilla barroca del siglo XVII, primorosamente reconstruida por el ayuntamiento. Sin embargo no todo es alegría para este pintor que será sin duda emparejado con sus viejos camaradas Picasso y Mirb, porque su regreso definitivo a la Patria está varado por la nacionalización de la banca mejicana
Dice Antonio Rodríguez Luna que la prensa y la televisión mejicanas saben bien de sus negativas a conceder entrevistas pero con Diario 16 es distinto, primero porque "leo la revista allá en Méjico desde su fundación" y en segundo lugar, porque esto son días de emoción y no puede decir que no. Incluso naciendo esperar a los pintores cordobeses que le dan un homenaje en una típica bodega y contemplan en un rincón de la misma como Rodríguez Luna tiene que ser entrevistado con el magnetofón escondido.
"Todo esto comenzó el año pasado cuando con gran sorpresa por mi parte acordó el Ayuntamiento de Montoro ponerle mi nombre a una calle de la villa. Yo me sentí emocionado y decidí donar al pueblo doce de mis obras y encontraban un lugar apropiado para ubicarlas".
Tras estudiar varias posibilidades se decidió como lugar idóneo la bellísima pero abandonada capilla de San Jacinto, construcción barroca del XVII "que tiene el tamaño ideal para albergar los doce cuadros y en la que han hecho una labor de reconstrucción, iluminación y montaje realmente admirables". También se ha hecho un documento notarial que garantice el futuro del museo independientemente de la opción política que exista en cada momento.
DE LA MANO DE MIRÓ Y PICASSO
"Más que profeta en mi tierra me siento como el hijo pródigo porqué me han recibido dándome lo mejor, han puesto una placa en la casa donde nací y otra en la que viví hasta los diez años en que marché a Sevilla a estudiar. En el 27 y cuando yo tenia 17 años, marché a Madrid donde estuve hasta la guerra".
Allí comenzó prácticamente el exilio "del que solo quedamos el hijo de Largo Caballero y yo", saliendo de España en febrero del 39 "cuando ya las tropas franquistas habían tomado la frontera y yo tuve que salir por los pirineos". En F'rancia, como tantos' españoles, pasó por el campo de concentración de Argelés sur Mer y posteriormente fué trasladado al de Brand de donde fue sacado por Miro y Pablo Picasso.j
"Miró era amigo mío e intercedió por mi salida y fui llevado al Castillo de Jouvenet, intelectual progresista francés, hijo de la escritora Colette, donde permanecí junto con otros intelectuales. Allí recibí un telegrama de la embajada de Méjico en el que me decían que estaba invitado por el general Cárdenas junto con otros intelectuales como representación de los que irían después. En esa grupo íbamos entre otros José Bergarmin, Emilio Prados, Manuel Prieto y José Renau".
De Méjico Rodríguez Luna fue a Nueva York "donde viví lo de Pearl Harbor cuando estaba celebrando una exposición en el Museo Nacional de Washington. Viví allí tres años, pero no me iba el modelo de vida americano y me regresé a Méjico". Son 43 los años que lleva allí y "ahora que me querría venir definitivamente hay una restricción de tipo económico por la nacionalización de la banca y no se pueden sacar del país más de doscientos cincuenta dólares, así que hay que esperar. Yo me regreso allá el día 20.
NO ME GUSTA HABLAR DE MI PINTURA
Cuando abordamos el tema de su pintura Rodríguez Luna se muestra tajante "a mi no me gusta hablar de mi pintura; es algo que me molesta, incluso opinar de ella. Me gusta hacerla, es la pasión de mi vida y lo que me hace vivir, pero no hablo de ella” Sobre el abstracto, que es un modo de hacer, dice que es un proceso de la vida de un pintor que se va desarrollando continuamente, porque uno va aprendiendo hasta que se muere. Lo que si te digo es que me gustarla pintar como se canta el flamenco, es decir hacer una pintura equivalente a lo que tiene de sentimiento, de sobriedad, de ritmo y de parquedad el flamenco. A mi no me gusta lo literario en la pintura, el teatro, la anécdota en el cuadro. Aunque yo haya hecho todo eso en este momento elimino hasta donde es posible todo lo superfluo y procuro expresar oon el mínimo de formas"
¿Los colores de Andalucia? -y medita un poco- creo que son mis propios colores, el blanco y el negro* No es que yo lo vea así, sino que lo llevo en mi espíritu, en mi sentimiento”. Sin embargo en este mes largo que Rodríguez Luna lleva en España no ha pintado nada pero he visto mucha pintura que es otra manera de pintar: en España hay ahora un grupo de diez o quince pintores que son la clave de la pintura en el mundo y a los que se copia en todas partes. La mayoría son catalanes, porque alli se ha hecho siempre buena pintura".
A sus 72 años Rodríguez Luna afirma que está empezando "y no es una pedantería esto que digo; un pintor es a partir de los cincuenta cuando empieza a entender un poco la pintura y a medida que uno envejece se da cuenta de lo poco que sabe y de que está aprendiendo todos los días. Lo peor que le puede pasar a un pintor es que repita, que pinte igual a los treinta que a los sesenta años* Yo le dedico todos lo días de ocho a doce horas, mi descanso es también pintar y el día que no pinto me siento mal incluso físicamente.
Cuando el indiscreto magnetofón que escondimos al principio de la entrevista anuncia el final de pista, Rodriguez Lima concluye vehementemente: "Daría toda mi vida por el taller que tengo allí tenerlo aquí, en cualquier parte de España, donde fuera, me da igual, mejor claro en Andalucía".
E.O.,
Texto para Diario 16 de Andalucía, el 7 de octubre de 1982
Foto tomada de InternetDice Antonio Rodríguez Luna que la prensa y la televisión mejicanas saben bien de sus negativas a conceder entrevistas pero con Diario 16 es distinto, primero porque "leo la revista allá en Méjico desde su fundación" y en segundo lugar, porque esto son días de emoción y no puede decir que no. Incluso naciendo esperar a los pintores cordobeses que le dan un homenaje en una típica bodega y contemplan en un rincón de la misma como Rodríguez Luna tiene que ser entrevistado con el magnetofón escondido.
"Todo esto comenzó el año pasado cuando con gran sorpresa por mi parte acordó el Ayuntamiento de Montoro ponerle mi nombre a una calle de la villa. Yo me sentí emocionado y decidí donar al pueblo doce de mis obras y encontraban un lugar apropiado para ubicarlas".
Tras estudiar varias posibilidades se decidió como lugar idóneo la bellísima pero abandonada capilla de San Jacinto, construcción barroca del XVII "que tiene el tamaño ideal para albergar los doce cuadros y en la que han hecho una labor de reconstrucción, iluminación y montaje realmente admirables". También se ha hecho un documento notarial que garantice el futuro del museo independientemente de la opción política que exista en cada momento.
DE LA MANO DE MIRÓ Y PICASSO
"Más que profeta en mi tierra me siento como el hijo pródigo porqué me han recibido dándome lo mejor, han puesto una placa en la casa donde nací y otra en la que viví hasta los diez años en que marché a Sevilla a estudiar. En el 27 y cuando yo tenia 17 años, marché a Madrid donde estuve hasta la guerra".
Allí comenzó prácticamente el exilio "del que solo quedamos el hijo de Largo Caballero y yo", saliendo de España en febrero del 39 "cuando ya las tropas franquistas habían tomado la frontera y yo tuve que salir por los pirineos". En F'rancia, como tantos' españoles, pasó por el campo de concentración de Argelés sur Mer y posteriormente fué trasladado al de Brand de donde fue sacado por Miro y Pablo Picasso.j
"Miró era amigo mío e intercedió por mi salida y fui llevado al Castillo de Jouvenet, intelectual progresista francés, hijo de la escritora Colette, donde permanecí junto con otros intelectuales. Allí recibí un telegrama de la embajada de Méjico en el que me decían que estaba invitado por el general Cárdenas junto con otros intelectuales como representación de los que irían después. En esa grupo íbamos entre otros José Bergarmin, Emilio Prados, Manuel Prieto y José Renau".
De Méjico Rodríguez Luna fue a Nueva York "donde viví lo de Pearl Harbor cuando estaba celebrando una exposición en el Museo Nacional de Washington. Viví allí tres años, pero no me iba el modelo de vida americano y me regresé a Méjico". Son 43 los años que lleva allí y "ahora que me querría venir definitivamente hay una restricción de tipo económico por la nacionalización de la banca y no se pueden sacar del país más de doscientos cincuenta dólares, así que hay que esperar. Yo me regreso allá el día 20.
NO ME GUSTA HABLAR DE MI PINTURA
Cuando abordamos el tema de su pintura Rodríguez Luna se muestra tajante "a mi no me gusta hablar de mi pintura; es algo que me molesta, incluso opinar de ella. Me gusta hacerla, es la pasión de mi vida y lo que me hace vivir, pero no hablo de ella” Sobre el abstracto, que es un modo de hacer, dice que es un proceso de la vida de un pintor que se va desarrollando continuamente, porque uno va aprendiendo hasta que se muere. Lo que si te digo es que me gustarla pintar como se canta el flamenco, es decir hacer una pintura equivalente a lo que tiene de sentimiento, de sobriedad, de ritmo y de parquedad el flamenco. A mi no me gusta lo literario en la pintura, el teatro, la anécdota en el cuadro. Aunque yo haya hecho todo eso en este momento elimino hasta donde es posible todo lo superfluo y procuro expresar oon el mínimo de formas"
¿Los colores de Andalucia? -y medita un poco- creo que son mis propios colores, el blanco y el negro* No es que yo lo vea así, sino que lo llevo en mi espíritu, en mi sentimiento”. Sin embargo en este mes largo que Rodríguez Luna lleva en España no ha pintado nada pero he visto mucha pintura que es otra manera de pintar: en España hay ahora un grupo de diez o quince pintores que son la clave de la pintura en el mundo y a los que se copia en todas partes. La mayoría son catalanes, porque alli se ha hecho siempre buena pintura".
A sus 72 años Rodríguez Luna afirma que está empezando "y no es una pedantería esto que digo; un pintor es a partir de los cincuenta cuando empieza a entender un poco la pintura y a medida que uno envejece se da cuenta de lo poco que sabe y de que está aprendiendo todos los días. Lo peor que le puede pasar a un pintor es que repita, que pinte igual a los treinta que a los sesenta años* Yo le dedico todos lo días de ocho a doce horas, mi descanso es también pintar y el día que no pinto me siento mal incluso físicamente.
Cuando el indiscreto magnetofón que escondimos al principio de la entrevista anuncia el final de pista, Rodriguez Lima concluye vehementemente: "Daría toda mi vida por el taller que tengo allí tenerlo aquí, en cualquier parte de España, donde fuera, me da igual, mejor claro en Andalucía".
E.O.,
Texto para Diario 16 de Andalucía, el 7 de octubre de 1982