Poco antes de las últimas lluvias, la verdad es que el Guadalquivir olía mal. No tanto como en esta ocasión de referencia allá por abril de 1976. He aquí la constancia. Entonces, entre otras cosas era el alperchín de la aceiteras del valle
Cuando se pescaba en el río
El hedor que se desprende del río Guadalquivir a
su paso por Andalucía —por ponerle un límite— afecta aparte de la gran masa de
población próxima a él, a una serie de mecanismos insospechados. Dicen las amas
de casa que la «plata se pone negra». La Judería de Córdoba, se la han cargado,
en ministerial frase. ¿Se imaginan unos boquerones en vinagre, o un pulpo o un
taco de tortilla rociados con ambientador? Pues así es. En esa Judería en la
que dice el delegado de Tráfico —concejal— que se va a suprimir el tráfico.
Aunque la veda de los pescadores es casi tan dura
como la de los cazadores, se veían en tiempo algunas cañas como la de la
fotografía. Tiempos idos. Porque ahora sobran las cañas, los sitios, los
puestos, las vedas.
Falta el agua, falta el cumplimiento inexorable
de la ley, falta la conciencia cívica de los industriales que vierten sus
residuos al río para que todo no se quede en estudios y dictámenes de comités
oficiales mientras el ciudadano tapa su nariz y «clava» sus ventanas para no
vomitar. Hacer algo. Y pronto.—E. O.
Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucía el 8 de abril de 1976