viernes, 26 de febrero de 2010
Pepe Morales
En el tardofranquismo, la pintura era uno de los pocos resquicios que casi lograba escaparse de la censura. Exposiciones como la de Pepe Morales eran un acontecimiento cultural… y político
Andalucía a través de la pintura
Doce intelectuales critican
la pintura de Morales
Con el deseo de aflorar opiniones y personalidades de distintos campos y «situaciones» intentaremos ofrecer con cierta periodicidad, en esta página cordobesa, sondeos de opinión alrededor de un tema.
En esta ocasión el impacto producido por la pintura del cordobés Morales en la cordobesa Galería Studio 52 y su posible valor denunciante en el contexto andaluz, origina esta crítica pluralista que huye de la monótona subjetividad de un solo señor.
Las preguntas formuladas han sido:
-¿Qué representa para usted la pintura de Morales?
-¿Los problemas que denuncia son andaluces o universales?
He aquí el mosaico de respuestas:
•RICARDO LÓPEZ,
psiquiatra
—Para mí es una pintura-estímulo que, a la manera de un test proyectivo, remueve en el fondo de nuestro ser inquietudes insospechadas. Es como un revulsivo psíquico.
—Creo que la pintura de Morales trasciende todo regionalismo y pone al desnudo, en una disección escalofriante, lo que realmente llevamos dentro. Las chatarreras, los galones y los oropeles, los suntuosos ropajes con que de ordinario se visten nuestras propias flaquezas. Nos sentimos ante sus cuadros como desnudos delante de un espejo.
•AGUILERA AMATE,
pintor
—Testimonia una constante de la historia, el encubrimiento de su caparazón estético no merma su actualidad.
—Evidentemente, son universales por estar desmitificadas las pequeñas apariencias que hubiera en éstas.
•FRANCISCO ZUERAS,
catedrático de la Universidad Laboral
—La obra de un pintor sin trucos, que pinta el lamentable truco de muchos. Una renovada expresión plástica de «lo español», puesto que en ella desembocan las últimas consecuencias del sarcasmo de Quevedo, la danza de la muerte de Valdés Leal, el monigote trágico de Goya, la máscara de Solana y el esperpento de Valle Inclán.
—La problemática que plantea es universal: La «vida disfrazada», la charanga triunfal ante la injusta miseria, los sueños de los humildes aplastados, el disfraz de intimidar a los demás.
•RAFAEL ORTI,
escultor
—Con una técnica de siempre, expresa una eterna problemática de una forma totalmente nueva.
—Creo que Morales fustiga modo de vivir de siempre y universal.
•JOSE VALVERDE,
notario, cronista de la ciudad
-Lienzos en los que asoma un tenebrismo que nos hace recordar la pintura del Siglo de Oro que dan a los cuatro vientos el testimonio de un artista que no se ha sometido a las modas estéticas que ha visto pasar sin adscribirse.
-La Andalucía que refleja no es la alegre de paredes encaladas y guitarras sonando en el silencio de la noche, sino la callada, triste y ocre de la parte suburbial de los cortijos, la que no da a la carretera, la de las chozas de paja, las paredes sin encalar, los aceituneros por temporada. Sus lienzos muestran dentro de la pintura social del campesinado, la periferia de la edificación andaluza.
•TOMAS EGEA,
pintor y decorador
-Una regresión interesante dado que el arte no tiene fronteras de tiempo.
—Creo que para reflejar una Andalucía auténtica habría que partir de otra forma, quizás más localista. No sé hasta qué punto se puede encasillar a un pintor.
•RAFAEL MIR JORDANO,
abogado
—Morales pone delante de nosotros el rostro grotesco de muchas gentes —y por tanto, de muchas cosas— de nuestro contorno histórico. Sólo con falta de observación o de sinceridad se puede desconocer esto.
—Morales nos presenta rostros y cosas de nuestro contorno que no empieza en Cádiz ni termina en Jaén.
•JOSÉ DUARTE,
pintor
—Me recuerda a un mundo del pasado que no nos podemos quitar de encima a pesar de estar en el siglo XX.
—Yo no diría tanto a una concreción tajante de los problemas andaluces, sino que a la inversa, partiendo de valores universales, tocan los problemas de Andalucía.
•VÍCTOR ESCRIBANO,
doctor arquitecto
—Pintura de impresión, no impresionista por su trato y pinceladas. Cuadros que no se olvidan fácilmente, vigorosos y entonados, eminentemente decorativos y que hacen pensar.
—Algunos argumentos son caprichosos, sin reflejar geográficamente región o país. Pueden ser muy bien problemas universales; otros en cambio, con valentía exagerada, censuran lo malo de la sociedad actual.
•JOSÉ AUMENTE,
médico psiquiatra
—Una representación sarcástica —al mismo tiempo onírica— respecto a una actitud humana de máscara farisaica, que es, desgraciadamente, muy frecuente en nuestra «buena sociedad» provinciana. Los cuadros de Morales atemorizan más que ridiculizan; denuncian hasta qué punto es capaz de producirse este influyente sector social.
—No creo se trate, por tanto, de algo específico de Andalucía. Lo que sí ocurre es que es más propia de núcleos urbanos pe¬queños, cerrados, donde existe una «clase distinguida» que desempeña este rol social de «ante todo, figurar». Y esto, efectivamente, continúa existiendo en nuestros pueblos andaluces, incluso en nuestras capitales de provincia. Incluso a más alto nivel con mayor deformidad y sarcasmo.
•FRANCISCO SOLANO,
escritor
—Obra con unidad v realismo crítico que, a veces, se diluye en barrocos simbolismos, que obligan a dar rodeos en su interpretación, con riesgo de perderse en el camino.
—No veo a Andalucía. Veo algo más universal. Veo en ellos la historia sentada en un banquillo y acusada por un pintor que extrae del túnel del tiempo arquetipos y situaciones tan viejas como el hombre y que se repiten bajo otras circunstancias y ropajes.
•LEANDRO JIMENA,
médico
—La síntesis de dos orígenes o motivaciones: en su origen litererio. Kafka y el Valle Inclán de los esperpentos del ruedo ibérico. En lo pictórico El Bosco, Breuguel y el Viejo Goya: terribles y acusadoras cabezas de monstruos y el bello contraste de esos serenos paisajes trabajados.
—No creo que se puede regionalizar; esta pintura presenta y denuncia el caciquismo, la hipocresía, la explotación... y éstos no son sólo problemas andaluces ni nacionales, son universales. En mi opinión, la intención del pintor sería más válida, cuanto más amplitud pueda darse a la denuncia.
E.
Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucia el 23 de diciembre de 1973
domingo, 21 de febrero de 2010
Pedro Bueno
Pedro Bueno vino a Córdoba de la mano de Pepe Jiménez a la Galería Studio 52. Ahora en la misma galería se celebra los 100 años de su nacimiento. Creo oportuno recuperar para esta ocasión esta entrevista que creo fue la primera que concedió
Hay que salvar la parte antigua de la ciudad
Pronto nadie vendrá a Córdoba
LA carretera nacional a la otra ribera
EN LA JUDERÍA SE VEN SOLARES
Charla con Pedro Bueno, un cordobés Premio Nacional de Pintura
La sistemática destrucción, monumental a que está siendo sometida la ciudad es tan evidente que publicaciones, incluso de carácter paraoficial, denuncian repetidamente abusos cometidos en aras del «desarrollo», que parece centrarse aquí en construir viviendas y locales comerciales donde precisamente, menos falta hace.
Los efectos de esta ola destructora no tienen distinciones de ningún tipo, y así no extraña que intelectuales de la ciudad, que viven fuera, vengan repetidamente en plan de despedida. Incluso acompañados siempre con amigos que desean admirar lo peculiar de la ciudad. Aquel famoso titular que lanzó una publicación nacional de «Apresúrese a ver Córdoba» sigue siendo, lamentablemente, de plena actualidad.
Pedro Bueno es uno de esos intelectuales. Pintor cordobés, nunca ha expuesto por aquí, y lo hace ahora, en abril, pensando en traer a sus amigos para que vean lo que «queda aún» de ciudad. Pedro Bueno es, por otra parte, el único pintor cordobés, aparte de Julio Romero de Torres, que tiene en su haber la primera medalla nacional de pintura. Su cotización está fuera de comparaciones y su amor a la ciudad también.
Su aire espigado, joven y tremendamente irónico, oculta apenas su vibración al hablar de la ciudad y sus problemas.
—¿Qué hace Pedro Bueno en Córdoba?
—He venido a concretar la fecha de mi exposición aquí, que será sobre abril o mayo.
—¿Es ésta la primera vez que lo va a hacer?
—Efectivamente, yo nunca he expuesto en Córdoba, aunque he sentido muchos deseos, y ahora se me presenta la ocasión,
—¿A qué se debe esta ausencia?
—Es que yo no expongo en Córdoba ni en Madrid. Mi última exposición fue hace 25 años.
No creo que convenga aclarar que a Pedro Bueno la resulta difícil exponer, porque toda su obra está siempre vendida.
—¿Cómo encuentra Córdoba en sus frecuentes visitas?
—Hombre, a mí, Córdoba es la ciudad que más me gusta del mundo. Lo que pasa es que me da mucha pena ver los desastres que se están cometiendo en ella.
—Por ejemplo.
—El otro día, al pasearme por la Judería, a la vuelta de cada esquina, sólo veía solares y más solares. Tanto, que hay lugares que no reconocí.
—¿Qué era lo que más admiraba de la ciudad hace unos años?
—No, es que a mí Córdoba me gusta toda, y hay multitud de rincones que, de siempre, han definido la ciudad y que están desapareciendoo. Dentro de poco no sé a qué va a venir la gente a Córdoba, pues será una ciudad como las demás, sólo que peor urbanizada.
—¿A qué cree que se debe esta destrucción?
—No sé, quizás a la libertad de la gente por vender y echar abajo sus casas, quizás a la especulación del suelo. De todas formas, opino que hay aquí personas responsables que pueden aconsejar y conservar lo auténtico de la ciudad. Después, las autoridades deben dejarse aconsejar por esas personas, digamos, expertas.
—Lo viejo es peligroso e incluso ruinoso, ¿no le parece?
—Bueno, hay cosas que sí. Pero lo que se eche abajo hay que volver a levantarlo manteniendo el mismo sabor que tenía. Lo nuevo de ahora tiene más aristas, y les falta el tiempo que ha pasado por ellas.
Creé usted que la Ribera de be seguir siendo carretera general?
—Yo creo que la Ribera debe ser una calle de la ciudad, adecentada y con todo su sabor. La carretera debe ir al otro lado del río, que es como estaba proyectado. Tanto si se toca al río como si se tocan los edificios me parece mal, porque hay casas malas, pero otras muchas con su carácter. ¿Se imagina una Ribera con edificios modernos de varias plantas? Se acabó, así sería ésta otra ciudad. Es como si a Venecia o a Viena le echaran sus palacios o sus conventos abajo para hacer rascacielos, ya no iría nadie. Dentro de poco creo que ya no vendrá nadie aquí.
—¿Qué se podría hacer?
—Yo no sé, pero en tiempos de Cruz Conde se dieron normas muy estrictas que beneficiaban la conservación de la ciudad. Ahora, no sé por qué, la ciudad ha pegado un gran bajón. Ahora a cada paso hay un derribo y ya la encuentro hasta sucia, cosa que jamás ha sido.
El viejo tema de la limpieza, el viejo tema de la especulación, el viejo tema del «desarrollismo aparente».
—En el contexto de Andalucía, ¿cómo cataloga Córdoba?
—A mí es la ciudad que más me gusta, pero se le ha pegado de las demás ese afán por construir en les mejores sitios, habiendo solares que dan asco verlos y que permanecen sin edificar. En definitiva se trata de respetar la ciudad vieja, que es lo que viene la gente a ver.
E.
Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucía el 8 de diciembre de 1973
Hay que salvar la parte antigua de la ciudad
Pronto nadie vendrá a Córdoba
LA carretera nacional a la otra ribera
EN LA JUDERÍA SE VEN SOLARES
Charla con Pedro Bueno, un cordobés Premio Nacional de Pintura
La sistemática destrucción, monumental a que está siendo sometida la ciudad es tan evidente que publicaciones, incluso de carácter paraoficial, denuncian repetidamente abusos cometidos en aras del «desarrollo», que parece centrarse aquí en construir viviendas y locales comerciales donde precisamente, menos falta hace.
Los efectos de esta ola destructora no tienen distinciones de ningún tipo, y así no extraña que intelectuales de la ciudad, que viven fuera, vengan repetidamente en plan de despedida. Incluso acompañados siempre con amigos que desean admirar lo peculiar de la ciudad. Aquel famoso titular que lanzó una publicación nacional de «Apresúrese a ver Córdoba» sigue siendo, lamentablemente, de plena actualidad.
Pedro Bueno es uno de esos intelectuales. Pintor cordobés, nunca ha expuesto por aquí, y lo hace ahora, en abril, pensando en traer a sus amigos para que vean lo que «queda aún» de ciudad. Pedro Bueno es, por otra parte, el único pintor cordobés, aparte de Julio Romero de Torres, que tiene en su haber la primera medalla nacional de pintura. Su cotización está fuera de comparaciones y su amor a la ciudad también.
Su aire espigado, joven y tremendamente irónico, oculta apenas su vibración al hablar de la ciudad y sus problemas.
—¿Qué hace Pedro Bueno en Córdoba?
—He venido a concretar la fecha de mi exposición aquí, que será sobre abril o mayo.
—¿Es ésta la primera vez que lo va a hacer?
—Efectivamente, yo nunca he expuesto en Córdoba, aunque he sentido muchos deseos, y ahora se me presenta la ocasión,
—¿A qué se debe esta ausencia?
—Es que yo no expongo en Córdoba ni en Madrid. Mi última exposición fue hace 25 años.
No creo que convenga aclarar que a Pedro Bueno la resulta difícil exponer, porque toda su obra está siempre vendida.
—¿Cómo encuentra Córdoba en sus frecuentes visitas?
—Hombre, a mí, Córdoba es la ciudad que más me gusta del mundo. Lo que pasa es que me da mucha pena ver los desastres que se están cometiendo en ella.
—Por ejemplo.
—El otro día, al pasearme por la Judería, a la vuelta de cada esquina, sólo veía solares y más solares. Tanto, que hay lugares que no reconocí.
—¿Qué era lo que más admiraba de la ciudad hace unos años?
—No, es que a mí Córdoba me gusta toda, y hay multitud de rincones que, de siempre, han definido la ciudad y que están desapareciendoo. Dentro de poco no sé a qué va a venir la gente a Córdoba, pues será una ciudad como las demás, sólo que peor urbanizada.
—¿A qué cree que se debe esta destrucción?
—No sé, quizás a la libertad de la gente por vender y echar abajo sus casas, quizás a la especulación del suelo. De todas formas, opino que hay aquí personas responsables que pueden aconsejar y conservar lo auténtico de la ciudad. Después, las autoridades deben dejarse aconsejar por esas personas, digamos, expertas.
—Lo viejo es peligroso e incluso ruinoso, ¿no le parece?
—Bueno, hay cosas que sí. Pero lo que se eche abajo hay que volver a levantarlo manteniendo el mismo sabor que tenía. Lo nuevo de ahora tiene más aristas, y les falta el tiempo que ha pasado por ellas.
Creé usted que la Ribera de be seguir siendo carretera general?
—Yo creo que la Ribera debe ser una calle de la ciudad, adecentada y con todo su sabor. La carretera debe ir al otro lado del río, que es como estaba proyectado. Tanto si se toca al río como si se tocan los edificios me parece mal, porque hay casas malas, pero otras muchas con su carácter. ¿Se imagina una Ribera con edificios modernos de varias plantas? Se acabó, así sería ésta otra ciudad. Es como si a Venecia o a Viena le echaran sus palacios o sus conventos abajo para hacer rascacielos, ya no iría nadie. Dentro de poco creo que ya no vendrá nadie aquí.
—¿Qué se podría hacer?
—Yo no sé, pero en tiempos de Cruz Conde se dieron normas muy estrictas que beneficiaban la conservación de la ciudad. Ahora, no sé por qué, la ciudad ha pegado un gran bajón. Ahora a cada paso hay un derribo y ya la encuentro hasta sucia, cosa que jamás ha sido.
El viejo tema de la limpieza, el viejo tema de la especulación, el viejo tema del «desarrollismo aparente».
—En el contexto de Andalucía, ¿cómo cataloga Córdoba?
—A mí es la ciudad que más me gusta, pero se le ha pegado de las demás ese afán por construir en les mejores sitios, habiendo solares que dan asco verlos y que permanecen sin edificar. En definitiva se trata de respetar la ciudad vieja, que es lo que viene la gente a ver.
E.
Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucía el 8 de diciembre de 1973
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