jueves, 1 de marzo de 2012

Carta a un ministros de aquellos

En aquella columna que me dejó Uceda, y a pesar de que el señor ministro era mi jefe supremo, me atreví a  enumerar estas cosillas. Los datos son curiosos...

SIN PERDER EL COMPÁS

Vendrá el señor ministro...


Parece confirmarse la noticia de la próxima venida a la ciudad del ministro de Educación y Ciencia, señor Martínez Esteruelas. La fecha sobre el veintantos y los asuntos, como es usual en estos casos, permanecen discretamente velados. A su día llegarán los programas oficiales.


Así, no más plantearnos la educación en Córdoba, hay que partir de un censo de 150.000 alumnos en la provincia. Y tantos miles de alumnos dan lugar a problemas, a necesidades y a peticiones.

Pesan mucho los problemas materiales de la Universidad de Córdoba, pero es imposible ignorar que si bien los 102.000 alumnos de E. G. B están todos escolarizados, muchos de ellos lo están en condiciones poco dignas —teleclubs, pisos adaptados, caserones—, o en centros que, a pesar de su relativa juventud, no se adaptan a las necesidades que el propio Ministerio considera hoy necesarias para enseñar.

Los planes provinciales —interesantemente aliviados con los centros de los planes de urgencia—, todavía se ven agobiados por la tarea a desarrollar, por las insistentes peticiones de esos peregrinos modernos de los créditos, que son los alcaldes de pueblo.

Los 23.000 alumnos de Enseñanza Media son una cifra que, a pesar de su incremento, nos habla de cotas con las que no podemos quedarnos satisfechos. Piénsese, por otra parte, que miles de alumnos se hacen, al cabo del curso, muchos miles de kilómetros de autobús para asistir a clase a poblaciones distintas y relativamente distantes de sus domicilios. Esfuerzo del que conviene hacerse eco.

La enseñanza preescolar es otro punto vital, dada la progresiva incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa, y, si bien es cierto que nada puede sustituir a la familia, no lo es menos que la enseñanza preescolar viene a paliar en parte este problema familiar.

Enseñanza profesional, enseñanza privada, formación del profesorado, educación permanente, mayores de 25 años, etc., son retos continuos que, si bien no suenan tanto como el problema de la Universidad, afectan a muchas más personas y tienen apremiantes necesidades, tanto de cantidad como de calidad.

Y no es que la Universidad me desmerezca, máxime cuando me afecta directamente, sino que conviene hacer justicia a todas las necesidades.


SIETE MIL UNIVERSITARIOS

Con selectividad o sin ella —las Cortes tienen la palabra—, se estima1 para el curso 75-76 en 7.000 la matrícula de universitarios. Los problemas de la Universidad de Córdoba son de base: otorgada por decreto —y bienvenida fue—, pero sin créditos, se ha debatido en estos años en plan ceniciento, sin brillantes realizaciones y al amparo de los organismos municipal y provincial, que, a pesar de su buena voluntad, —y «perras»—, no han logrado, lógicamente, grandes montajes, sino parciales adaptaciones de edificios.

Un solo comedor universitario, dos colegios mayores a tope, no son sino un reflejo de una carencia general. Excepto los centros ya existentes en la ciudad —ETSIA, Veterinaria, ETEA, Colegio Universitario—, nada nuevo nos ha traído la Universidad —e insisto en lo de bienvenida—, sino la demarcación territorial. Edificios, cátedras, rectorado, etcétera, no son sino sueños de futuro.

Y piénsese que hablamos de cantidad, de edificios, de dinero; porque la calidad es otro problema, cuya solución vendrá con el tiempo, con la solera, con los dineros de ahora.

El Colegio Universitario, que a duras penas logra mantener su nivel con el tenaz e ignorado esfuerzo de su secretario, también goza de tasas altas, y de problemas materiales. Sin embargo, es justo reconocer que ha sido la pieza de nuestro menguado conjunto universitario, que ha dado ambiente, espejismo de Universidad.

A título de ejemplo de todo esto, un conocido mío fue a solicitar en dicho colegio unas determinadas enseñanzas. Cortésmente le dijeron que no era posible. Insistió el hombre, y preguntó: ¿Y si traigo cien firmas? Y la respuesta que le dieron es reflejo de una apurada situación: si quiere esa enseñanza, lo que debe traer, en vez de cien firmas, son cien millones. Gráfico y auténtico.

Y si todo esto parece muy negativo, es lo que en mi opinión hay que pedir a la personalidad que esperamos, Dejémonos de cuadritos, gráficos y «realizaciones infraestructurales» (y el que sepa entender, que entienda), y planteemos nuestras necesidades lisa y llanamente. Seguro que se nos oirá.

Todo ello —y casi se me olvidaba decirlo—, independientemente del programa oficial, que, por otra parte, totalmente desconozco.

Eladio OSUNA

Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucía el 19 de mayo de 1974
Foto de un colegio del Plan de Urgencia con los cristales rotos antes de su inauguración