No han faltado a lo largo de los años artículos de denuncia sobre la destrucción sistemática de nuestro patrimonio bajo la excusa de un mal entendido desarrollismo. Nuestro "oro marrón" se ha dilapidado incoscientemente. Para muestra de denuncia, véase esta
Enterramiento de las murallas árabes
Por GUZMÁN A. MUÑOZ FERNANDEZ
El comportamiento de los pueblos está en relación directa con el lugar que ocupan en el concierto de las sociedades humanas.
Los pueblos que marchan en cabeza se caracterizan por un enorme desarrollo social, intelectual y político de sus moradores. Los que no están en esta escala, como sucedáneo, emplean el desarrollo económico para compensar la falta de los otros valores señalados.
El desarrollo económico, lógicamente, aspira a elevar el bienestar de los ciudadanos; pero si no hay una estructuración ordenada y consecuente, caen en el peligro de perder los valores humanos, y en el caso de España romper con todos los lazos que nuestro país aportó al conjunto de pueblos que forma el orbe civilizado y convertirse en una ente materialista, donde la razón de nuestra tradición y cultura para nada serviría.
Son numerosas las denuncias presentadas por los medios de información, sobre los crímenes arquitectónicos (en la acepción, de delito grave contra las obras arquitectónicas) que en toda la geografía nacional se están cometiendo, y que caen en la desidia o impotencia de nuestros organismos rectores para impedirlo. Numerosas obras de arte están desapareciendo y convirtiendo nuestras ciudades en las más vulgares y horrorosas de Europa.
Concretamente, Córdoba en su parte «monumental» parece una ciudad bombardeada, y hay que darse prisa para ver todavía algunas partes dé interés artístico. No sabemos qué será dentro de 25 años, cuando deje de «parecer una ciudad bombardeada», pero de lo que sí estamos seguros es que será más fea, más vulgar y más material, con lo cual desaparecerá el encanto que la hace distinta de todas las ciudades de España.
Tal pronóstico es real, hasta el extremo que, actualmente, no sólo se pierden los palacios, casonas y otras obras arquitectónicas de propiedad particular —que yo entiendo que son legados de nuestros antepasadas y propiedad del pueblo de Córdoba (en la acepción de «propietas», lo que es propio del pueblo de Córdoba) y, por lo tanto, no debe destruirse—. sino que se cometen atentados contra los monumentos que no son de propiedad privada, ante la mayor indiferencia de «quien corresponda». En efecto, las murallas árabes que rodean la parte del barrio del Alcázar viejo, junto al mercado, están siendo enterradas para hacer una constructora una calle particular y, con ello, revalorizar unos pisos que jamás debieron construirse, ya que en su lugar se debió embellecer la zona reconstruyendo la muralla y creando unos bellos jardines en lugar del feo, insulso y «funcional» inmueble. Con aquella solución, se hubiese enriquecido el patrimonio artístico, a la vez de crear zonas ajardinadas, de las que tan necesitadas está Córdoba.
No concibo cómo se concedió licencia de obras para cometer tal dislate, y menos la indiferencia para permitir el enterrármelo de la muralla, hasta una altura de cinco metros, quedando visible solamente unos dos metros.
Hay que tener en cuenta que de todas las disonomías que nuestra generación está cometiendo seremos responsables —como comunidad— ante las futuras generaciones y esta acusación será general, a pesar de que el «plusvalía» fuera percibido por unos pocos, perjudicando al conjunto de Córdoba.
Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucia el 8 de febrero de 1974
Foto actual de la zona
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