Charlatanes 1969
En la geografía urbana de otros años era frecuente ver a los conocidos charlatanes, que tomando como base unos productos baratos y de buena presencia, y fundamentalmente su rara habilidad para hablar vendiendo duros a seis pesetas realizaban sus campañas por todas las ciudades del país.
Hoy la cosa ha cambiado bastante pero no podernos decir que esta institución comercial haya desaparecido.
La evolución que han sufrido todas las estructuras de venta les ha afectado profundamente haciendo que se auto-superen y busquen unos métodos, competitivos con cualquier galería comercial de la ciudad.
Esa nueva táctica que han adoptado consiste esencialmente en presentar unos productos -generalmente en exclusiva— y que son terriblemente prácticos. Tanto, que se vende como rosquillas y a todo tipo de personas.
No está lejana la campaña de adornos prefabricados y que evitan el enojoso mecanismo de tener que doblarlo y ponerlo bien en el bolsillo de la americana. Lo malo fue la masificación del producto.
También recuerdo aparatos para pelar patatas (que hasta los maridos las podían pelar), para hacer buñuelos casi por arte de magia, seis bolígrafos por un duro, plumas de las más ”acreditadas” casas a quince pesetas etc. etc.
En esta típica foto, uno de estos curiosos personajes, se entretiene en vender en plena calle Cruz Conde, unos aparatitos (a cinco ptas. también), que permiten con una gran simplicidad exprimir un limón o una naranja hasta la última gota. Vamos que le hace la competencia a todos los refrescos del país incluso a ese que dicen que no tiene burbuja.
Curioso mundo este de los charlatanes, que venden por un duro la creencia de que se ha hecho la compra del siglo.
Eladio OSUNA
Publicado en la edición cordobesa de El Sol de España el 6 de julio de 1969
3 comentarios:
Y no se lo voy a vender, ni por diez, ni por ocho, ni por siete, ni por cinco, se lo voy a vender por cuatro pesetas y además le voy a regalar, este peine, y esta pluma, etc. etc.
Y todos embobados escuchando el charlatán, en la Puerta Gallegos, en la Corredera o en cualquier sitio que hubiera publico. Y luego el gancho o los ganchos, empezaban a comprar para contagiar a los cliente a embaucar.
Luego, más modernos, incorporaban un micrófono como el tío de la Tómbola. Pero los genuinos a pelo, con la maleta abierta de los productos milagro, en la mesita de tijera.
Gracias por traer recuerdos y un abrazo Eladio.
Y aquellos relojes, cuando un reloj era un reloj:
Señores y caballeros, respetable público, una maravilla de la industria suiza, este reloj es antichoque, antimagnético, ¡antisumergible!.
Y tan panchos.
Bienvenido Paco, que estos días nos tienes abandonados.
Si Eladio, el poder ejecutivo ha "ordenado" ir a donde las axilas de los cordobeses están morenas, o lo que es lo mismo a Fuengirola, y hemos ido con unos amigos. Volvimos el domingo.
Relojes, en los que lo importante era el numero de rubíes que tenían. Y cuando se rompía casi siempre era el volante, según decía el relojero con su lupa en el ojo.
Publicar un comentario