lunes, 9 de julio de 2012

La casa de paso

Sebastián Cuevas, antes de ser corresponsal de El País, comenzó trabajando en la delegación cordobesa de El Correo de Andalucía. Dejó piezas como ésta:

La casa de paso

Los condicionamientos que el urbanismo cordobés, con su peculiar característica de callejas tortuosas, plazuelas perdidas, rincones sin salida, imponía al tránsito ciudadano en el casco viejo de la ciudad, hizo nacer una especie de atajo o vericueto del que nació la típica "casa de paso». Aun  existiendo otras, como por ejemplo la que unía la calle Ravé con el Campo de San Antón, la más característica de todas y a la que se aludía con la expresión simple de "casa de paso" era y creo que es todavía, aún cuando totalmente reestructurada, la que unía la plaza de la Lagunilla con la calle Chaparro, cerca de la calle del Adarve. Diagonal de una manzana extensa, este dédalo, con su complejísimo mundo legal de servidumbres de paso público, calle, corral, pasillo o lo que Dios quiera que sea, está vinculada profundamente al barrio de Santa Marina.

Hablando ayer con un viejo maestro albañil. de los de antes del encofrao y el hormigón, uno de esos artistas capaz de alicatar de blanco y sin mancharse, como un cirujano. de hacer una casa sin planos con la misma seguridad con que te pueden hablar de Lagartijo o jugar al rentoy, me recordaba:

—Aquello lo tenía-gastao Monolete de pasar por allí.

Y es verdad, viviendo él en la Lagunilla, por el rincón frente a su casa, cruzaba hasta el Campo de la Merced por los vericuetos de la famosa casa, camino de su tertulia de Paco Acedo.

El maestro Ramón Medina. cuya figura habrá que tratar un día de éstos en estas páginas, en un bellísimo villancico, nos cantaba la fiesta navideña, comunal y cálida de la córvala:
—Esta noche la Casa de Paso va a tener que ver... —decía una de sus estrofas.
Los viejos del lugar, los que allí se han criado el -Caratulilla, Gutiérrez, -el Moli-, hermano, precisamente, del primer apoderado que tuvo Manolete, recordarán todavía las famosas murgas del carnaval con sus pitos de caña y papel de fumar, que salían de la casa dispuestos a conquistar el "Realejo".

Cabía a los habitantes de la "casa" un espectáculo característico y era el tal el del timo de la "casa de paso". Cuando algún avispado veía por los aledaños de la Estación Central, los Jardines de la Agricultura o la Plaza de la Corredera al cateto o cateta que venía con su cántara de aceite o su talega de garbanzos, para el estraperlo pequeño y necesario de los años del hambre, se acercaba a él y rápidamente se realizaba el trato: ¿Cuánto quieres por el ánfora o el costal? ¡Pues yo te doy tanto! ¡De acuerdo! Y hecho el -trato, ¡Vamos a mi casa, que vivo ahí cerca y no llevo dinero encima! Y llegando a la calle El Chaparro, a la puerta de su casa, ¡Espera un momento, que ya salgo! Y el pobre incauto venga a esperar, a esperar, hasta que un poco mosca, pregunta a cualquiera:

-Oiga, señora, ¿usté no ha visto un señor con un saco de garbanzos?

Y después el rechiflo.

-¡Otro que ha  picao!

Y el listo por el Marrubial o la Fuensantilla, pensando en la cosecha y bendiciendo a los "arquitectos" que le habían fabricado la "Casa de Paso",
Y los vecinos, toreros; piconeros, plateros, curtidores de pieles, albañiles, ante el suceso diario, comentando:

-¿Pero cuándo se van a acabar los catetos en el mundo? ¡Mía que no conocer la casa de paso!

Hace tiempo que no la visito. quién sabe si alguno de los viejos amigos, aquellos que sabían beberse una copa de vino con la prosopopeya y el rito que el veinticuatro merece, aquellos que sabían de toros más que el Guerra, aquellos que aprendieron el duende del flamenco de los Onofre, aquellos que se quitaban la gorra al paso de Ramón Medina -¡vaya usté con Dió, maestro!-, elevándolo a la categoría conferida a los toreros y a los buenos albañiles y plateros, quién sabe dónde vivirán, si viven!
SEBASTIAN

Publicado en la edición cordobesa de El Correo de Andalucía el 12 de septiermbre de 1975

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